La industria penitenciaria
Los centros penales habían sido el último eslabón de la sociedad salvadoreña, desde su fundación nunca existió un esfuerzo planificado por comprender la importancia que representan para una sociedad en desarrollo.
Es de reconocer y es innegable que los centros penitenciarios ordinarios de nuestro sistema han sido impactados positivamente durante la actual administración del gobierno central, dirigido por medio de las disposiciones del Ministerio de Justicia y Seguridad y ejecutadas como supervisadas e inspeccionadas por la Dirección General de Centros Penales.
Hace unas semanas pude constatar y verificar estas transformaciones profundas, no cosméticas y pudiendo ingresar a los sectores y compartir con los privados de libertad en una visita guiada, recientemente, para los medios de comunicación acompañados de la comisionada presidencial para los derechos humanos, el Ministro de Justicia y Seguridad y el señor director del Centro Penal La Esperanza; llegamos al área de talleres de dicho centro penitenciario en donde conocí el talento y creatividad que desarrollan los internos, guiados por sus instructores. Es una producción de gran calidad, en espacio limpios, ordenados y donde se mantiene una disciplina y trabajo en equipo impresionante.
La producción pasa por trabajo en madera, bambú, cuadros de pintura, corte y confección, serigrafía, panadería, cocina de alimentación diaria y platos especiales, legumbres y vegetales, tallado, muebles de sala, comedor, artesanías, cortinas de madera, entre los principales pero no los únicos. Todos los internos han sido formados dentro del recinto, partieron de cero para combatir el ocio carcelario y con la premisa que el que sabe enseña al que no sabe; pero al llegar a las diferentes áreas de producto terminado es un trabajo digno de admiración y de ser bien remunerado.
Dentro de estas buenas noticias es fundamental el denominado Programa Yo Cambio, que ha transformado los penales de sus muros hacia adentro, pero al estar allí no queda menos que tratar de apoyar y dar ese paso que falta para que toda esta producción de gran calidad se convierta en una “Industria Penitenciaria” que posea su marca y registro, que pueda facturar y vender sus servicios en primer lugar al mismo sistema penitenciario que sea sus propios proveedores. El servicio de alimentación es proporcionado por una empresa privada, que perfectamente, puede asumir esta Industria Peniteniciaria y obtener fondos que les permita desarrollarse y crecer a otra escala como cooperativas y tener acceso a líneas de crédito para su producción, además que los privados de libertad que cumplan sus penas puedan tener una opción real para montar su propio emprendimiento con parte de sus aportes a la cooperativa, o certificados es más fácil que encuentren empleo. Considero que los ingresos que podría facturar la Industria Penitenciaria en su primer año de formalización podrían superar los $2.5 millones, ya que solo el contrato de servicio de alimentación les podría generar facturación superior al $1 millón.
Además de las anteriores recomendaciones es indispensable certificar los talleres de los centros penitenciarios y a los internos, ya que estos les abre puertas a otros mercados del sector privado y por que no pensar en ser proveedores en un inicio para otros centros penitenciarios en Centroamérica. Al industrializar los servicios de los penales es necesario comenzar a pagarles un salario digno a los internos, y que puedan ya, en su fase de confianza y semi libertad, aportar a sus familias ingresos económicos que les permita la reinserción en su grupo familiar, y en la sociedad. Con cierta parte de los ingresos se pueden mejorar aspectos dentro de los recintos que el presupuesto ordinario no permite como reparaciones, pintura de instalaciones, mejorar la comida, inversión en equipos industriales de ventilación para las celdas y disminuir el calor. El cambio más complicado y que tomará más tiempo es para nuestra sociedad, y es de los muros hacia afuera para apoyar los programas formación, educación y reinserción.
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